Dylan podría sonar en sus huesos, Jim Morrison circular por sus venas, y con Lou Reed podríamos sentir su atmósfera, tener su visión, pero en realidad el estilo de Tessa Duncan no se deja representar fácilmente por metáforas literarias, porque ese estilo -antes vibración en el aire o en el agua que en la página en blanco- tiene ante todo una profunda deuda contraída con la naturaleza, a imitación de la cual, como un gato o como una serpeiente, como un fuego o como las sombras nocturans de las playas, es como verdaderamente actúa.