El cuerpo humano tiene todas las capacidades materiales y espirituales para sentir ilusiones, albergar esperanzas e, incluso, realizar las aventuras existenciales más atrevidas. El hombre es simultáneamente cuerpo y conducta, causa y efecto, receptor y emisor, un ser en totalidad con estructura y funciones inseparables y, entre ellas, las superiores de autoconsciencia.