En el tiempo, los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. En el espacio, dos escenarios simultáneos: París y Múnich. En el afecto, dos personas cuyas vidas se agotan: la infanta Paz de Borbón y su sobrino carnal por vía materna, Luis Fernando de Orleans. En el texto: dos personajes que, repentinamente y sin garantías de continuidad, deciden conversar por medio de las letras. La infanta Paz, octogenaria, habla con esa ciega y fiel entrega con la que siempre trató a Luis Fernando. Este reflexiona, ya con cierta resignación, sobre su existencia demasiado agitada. Aquí ya no importa el tiempo ni el espacio: quedan los pensamientos, los recuerdos y el reconocimiento de un cariño que resiste a todo contratiempo. En definitiva, un intercambio epistolar en el que sus interlocutores desvelan, con mirada serena, el paso de un tiempo pasado que no siempre fue mejor; un cruce de cartas en las que se van encontrando esos lazos ocultos que hacen a sus protagonistas más cercanos: el peso ineludible de la familia y un afecto imperturbable a España, paisaje siempre añorado y evocado.