Daniel Ramírez García-Mina realiza una inmersión exprés en la literatura de Baroja para demostrar que la generación de 1898 y los lectores nacidos a partir de 1990 pueden ir de la mano. Este joven periodista se lanza en busca de testimonios a pie de campo para ver a Baroja con los ojos de quienes le conocieron. Siguiendo esas huellas se topa con varias «exclusivas», como el relato del testigo que refugió al escritor vasco la noche en que a punto estuvo de ser fusilado.
Escribe Andrés Trapiello al final de su prólogo: «A los que nos gusta Baroja, nos despertará las ganas de releerle. Y a los que no lo han leído, debería despertarles el deseo de conocerle. Si no se les despierta con este libro, es mejor que lo dejen. Que dejen lo de Baroja, y todo lo demás».