Este poemario es un testimonio de Palestina: de su gente, sus ciudades y sus costumbres, de la vida que resiste entre el hambre y la injusticia. Entre sus páginas late la memoria de los abuelos, el murmullo de historias transmitidas al calor de la casa, la sombra de la kufiya, la raíz eterna del olivo y la fuerza del sumud: la dignidad de seguir en pie, aunque todo alrededor invite a caer.
La obra transita entre la herida de la pérdida y la firmeza de la identidad. El lector hallará versos que evocan aldeas borradas del mapa, hogares que solo viven ya en la memoria, y nombres de ciudades que se han convertido en símbolos universales.
La autora convierte la palabra en acto de justicia y en abrazo, defendiendo los derechos humanos y la dignidad de quienes resisten, recordando que la solidaridad y la conciencia global siguen siendo semillas capaces de cambiar la historia.