Mi suegra fue una víctima inocente del Alzheimer, pero no fue la única. El Alzheimer no sólo ataca al enfermo, se apodera de todo su entorno. Secuestró mi vida, agarró con fuerza mis sentimientos haciéndose dueño de ellos, me separó de mi vida laboral y me quitó mis amistades.
A mi marido le quitó a su madre, y le tomó prestada a su mujer. Nos quitó una parte muy grande de nuestra vida en pareja, perdimos nuestra complicidad de hacerlo todo juntos, nuestras peleas y reconciliaciones, y nuestra intimidad.
A mi hijo le quitó a su abuela, y a mí, su madre, me tuvo que compartir. Me impidió ser madre a tiempo completo y me perdí unos años de la vida diaria de mi hijo que nadie me puede devolver. Es tan cruel que no tiene bastante con lo que le hace al enfermo también se adueña, dirige, manipula y destroza la NO vida del cuidador. Por eso quiero que mi libro sea un pequeño y humilde homenaje a todos los cuidadores familiares de enfermos de Alzheimer.
